God save Britain

Brexit: la fractura histórica de la política comunitaria











Crónica de una salida anunciada

“Brexit”; este conocido juego de palabras que une Britain, Gran Bretaña, y exit, salida esconde un proceso político complejo, largo e incierto que ha restado a Reino Unido de la Europa de los 27. Tras ingresar en 1973 en el bloque continental y formar parte de este núcleo más de cuatro décadas, el país británico decidió abandonar la comunidad política europea, respaldado principalmente por los euroescépticos de derechas.

Años de tensiones e intenciones que acabaron en las urnas con unos resultados muy ajustados, donde finalmente la victoria cayó del lado del abandono, en contra de los proeuropeos que abogaban sobre todo el mantenimiento de la unión aduanera y el mercado común. 

Este sentimiento de independencia no es nada nuevo. Ya en 1975 se llevó a cabo otra consulta para el abandono de la Comunidad Económica Europea por parte del país, cuyo resultado fue, en esa ocasión, una victoria a favor de la permanencia. Sin embargo, la semilla de la desconfianza se mantuvo: la pérdida de soberanía no gustaba a todo el mundo. El debate ya existía y podía estallar en cualquier momento. 

Y lo hizo. Pero no fue nada sencillo y rápido como se podía pensar. El proceso del Brexit ha abarcado más tres años desde la celebración del referéndum en 2016 hasta la salida final de Reino Unido en enero de 2020. Y, de hecho, desde tal fecha hasta finalizar el año, Reino Unido seguirá formando parte del mercado europeo y las diferencias tanto para ciudadanos como para empresas serán mínimas. Será a partir del año 2021 cuando la relación comercial entre el país inglés y la Unión Europea se regirá de manera diferente, según un acuerdo aún no alcanzado.

El Brexit en el tiempo, una línea de acontecimientos hasta la actualidad. Paula Fernández

Condenados a entenderse en lo económico

Reino Unido siempre ha sido un punto y aparte en Europa. La libertad en la política monetaria, para bien y para mal, que le da no pertenecer a la zona euro le ha dejado al margen de las decisiones tomadas por el Banco Central Europeo incluso en los momentos más difíciles. La libra esterlina le permitió tomar medidas antes en la crisis económica de 2008, sin necesitar un consenso con el resto de estados miembros y alejándose de la cooperación con la Unión ya antes de salir de ella.

A pesar de estas distancias monetarias, quieran o no, lo cierto es que la relación económica entre Reino Unido y los países de la Unión Europea es estrecha. El comercio exterior los une irremediablemente. Entre los principales exportadores e importadores del país anglosajón encontramos a Alemania, Países Bajos y Francia. Aunque es común que la cercanía geográfica favorezca las transacciones, una creación europea las potencia aún más: el mercado único. Esta área de libre circulación de personas, bienes y servicios ha reducido sustancialmente las barreras comerciales y, por tanto, los costes de transacción y transporte. También tienen libertad los capitales y la inversión extranjera directa, que provienen en una gran parte de países europeos. Los datos son claros: ni Estado Unidos, ni el continente asiático, ni la Commonweatlh: el gran mercado de Reino Unido es Europa.

También los países europeos se han beneficiado durante estos años de la presencia de Reino Unido en la economía comunitaria, especialmente en cuestiones presupuestarias. Desde que los ingleses entrasen en la Comunidad Económica Europea en 1973, han contribuido con 215.000 millones de libras (más de 250.000 millones de euros) al presupuesto conjunto. No solo eso: Reino Unido ha sido de forma casi constante un contribuyente neto; es decir, su aportación es mayor a lo que reciben. Ya se habla de que la salida de Reino Unido de la UE podría suponer una pérdida en torno de 14.000 millones de euros para el presupuesto europeo del periodo 2021-2027.

La interdependencia económica entre Reino Unido y la Unión Europea es manifiesta. Maribel Matey

La aportación incesante por parte de Reino Unido unida a las diferencias constantes con la Unión, siempre envueltas de tensiones, se convertían en una ya previsible separación rotunda. El referendum fue el resultado más visible de 43 años de reproches y distanciamiento económico por parte de los ingleses. 

Y la campaña explotó al máximo este descontento. Según un estudio conducido por la empresa YouGov en 2015, antes de la votación, el argumento más convincente entre los partidarios del Brexit era que la salida permitiría usar el dinero destinado a la UE a servicios públicos nacionales. En tercer lugar se encontraba otro parecido: “Quedarse significaría contribuir con billones a la Unión Europea, unos billones que podrían gastarse aquí”. Definitivamente, la promesa de la mejora de sistemas como el sanitario y el aumento de inversiones en el país que mejoraran los servicios públicos se convertían en los dos argumentos principales para la defensa económica de la salida de la Unión Europea.

Esto, que se planteaba como la panacea a todos los males económicos británicos, puede realmente suponer un batacazo económico: dejar de formar parte de un mercado único de más de 500 millones de personas podría poner fin -o al menos dificultar- a las numerosas relaciones comerciales que ha establecido Reino Unido durante todos estos años y empequeñecer el peso geopolítico que las islas ostentan actualmente.  

Lo cierto es que no hay nada seguro. Es por ello que los economistas británicos e internacionales discrepan ante el beneficio o pérdida que supondrá, sobre todo a partir de 2021, esta marcha ya concluyente. Hay expertos que sostienen que la salida supone una futura economía atascada y otros que prevén una mejora de sus perspectivas económicas, además de un crecimiento incrementado este año. 

Los economistas opuestos al Brexit -mayores en número que los “positivistas”- predicen una clara reducción de la actividad empresarial que se verá mermada por la reducción de la libre circulación y el aumento de las restricciones comerciales. Estos efectos negativos, dicen, ya son palpables. Ponen como ejemplo la drástica depreciación de la libra frente al euro, que marcaba un mínimo en octubre de 2019.  

Uno de estos analistas es Roy William Cobby. Doctorando en Digital Humanities Research, Cobby es colaborador en El Salto, donde escribe, entre otras cosas, de la política y economía anglosajona. Él considera que la demora del proceso del Brexit  “ha permitido de alguna manera espaciar los efectos nocivos sobre la economía, que no han sido tan catastróficos como se pensaba” 

La Unión Europea es el principal mercado británico y el coste de pertenecer a la misma era relativamente reducido para ellos

Sin embargo, estos pequeños indicios negativos solo son la punta de un iceberg que está por venir. “Hasta 2021 ninguna de estas consecuencias económicas se deben a efectos reales de la salida, puesto que se mantienen todos los acuerdos y beneficios existentes de pertenencia a la UE. Esto incluye el mercado único en servicios y bancario. Tampoco se han sentido todavía los aumentos en aranceles que podrán encarecer el coste de vida para los ciudadanos”, afirma.

Respecto a quién tiene más que perder económicamente hablando, Cobby tuvo claro  desde el principio que sería Reino Unido, a pesar de las declaraciones esperanzadoras de los brexiters. “La Unión Europea es el principal mercado británico y el coste de pertenecer a la misma era relativamente reducido para ellos”. Los argumentos en contra de continuar en la economía comunitaria, dice, “nunca eran muy detallados y simplemente se utilizaban para conectar el largo declive de la clase obrera (muy poco relacionado con la inmigración o Bruselas) con un enemigo exterior.”

Las especulaciones continuarán al menos otros 11 meses. Ese periodo de transición entre el Unido extracomunitario estará marcado por los tormentosos acuerdos comerciales entre Bruselas y Londres y por un invitado sorpresa: el coronavirus.

Como afirma Cobby, los efectos de esta crisis devastadora se confundirán con el Brexit, enmarañando más el análisis y las relaciones entre las partes: “Reino Unido seguramente necesitará ayuda, como muchos otros países, pero como tiene su propia moneda podrá decidir si imprime más libras para cubrir sus necesidades”. La pandemia no hace más que añadir incertidumbre -económica y política- a un proceso que parece no tener fin.

Inmigrantes: intrahistoria del Brexit

Las dudas no solo inundan la política y la economía. A pie de calle, un colectivo se encuentra en un standby tenso, atento a cualquier cambio en las negociaciones y en las políticas de Johnson. Son los ciudadanos y ciudadanas inmigrantes, que han visto cómo su condición y su movilidad han centrado gran parte del debate del Brexit. El argumento de que la salida de la Unión Europea permitiría a Reino Unido reducir la inmigración caló en el electorado conservador. Se hacía patente que la libertad de movimiento de personas, uno de los orgullos europeos, no gustaba a todo el mundo. 

¿Cómo afectará esta deriva proteccionista a la población inmigrante? Se podrían estudiar estos movimientos migratorios en datos. El 14,33%. Esa es la proporción de inmigrantes que, según los últimos datos, existe en el país inglés. En ese porcentaje hay más de dos millones y medio de europeos, casi 100.000 de ellos, españoles. Se podría analizar si han aumentado, si han disminuido e incluso teorizar las causas de sus variaciones. 

Pero hablar de estas personas como un número, aunque útil para los análisis, es homogeneizar una realidad diversa: son mujeres y hombres, trabajadores y trabajadores, con cualificación y sin ella, temporales e indefinidos, estudiantes… Esta posición en el mundo afecta a todo, incluido a cómo están viviendo este proceso y la incertidumbre que está generando. Estos son dos ejemplos de estas personas: las creadoras de la intrahistoria inmigrante del Brexit.

 

Marisa Matey. 28 años. Científica de datos y licenciada en bioquímica

Tras emprender su rumbo a Londres poco después de la votación del Brexit, Marisa nos cuenta cómo la incertidumbre para los extranjeros residentes en Londres unida al aumento de xenofobia que sufren son dos de los factores que más han afectado a la población no inglesa. La situación actual, al igual que a muchos residentes, le preocupa diariamente.

Claudia Soriano. 21 años. Estudiante y au pair

Al contrario que Marisa, Claudia tan solo lleva unos meses viviendo en Londres. Nos comenta como en su día a día no le ha afectado ya que, al comenzar las medidas a partir del próximo 1 de enero, ella ya no estará viviendo allí cuando ocurra.

A pesar de que no haya notado ningún rechazo en concreto hacia ella, considera normal replantearse no ir a estudiar o trabajar cuando esto suceda.

España, gran perjudicada por la fractura

Con este mensaje Boris Johnson inició la campaña electoral que, semanas después, llevó a los británicos a las urnas. El Brexit, como tema principal, sigue siendo hoy en día el punto de mira de expertos y analistas, quienes señalan a España como uno de los países europeos más afectados. Según datos procedentes de instituciones oficiales como EUROSTAT o el FMI, la nuestro país se caracteriza por su gran vínculo económico con el Reino Unido. Una transacción beneficiosa, pero envenenada: los dos países tienen mucho que perder si se da un distanciamiento

En primer lugar, destaca el comercio. Este se erige como una de las grandes preocupaciones consecuencia del Brexit. Pero ¿a qué se debe? Reino Unido ocupa la quinta posición de socio comercial de España, siendo un destino prioritario para las exportaciones españolas tanto de bienes como de servicios. En la actualidad, el Banco de España calcula el peso de esas ventas en un 3,3% sobre el PIB español, un volumen que, aunque algo inferior al del conjunto de la zona euro, supera al de países como Francia o Italia. Los sectores que realizan un mayor volumen de exportaciones hacia Reino Unido son los mismos que resultan más expuestos al Brexit. Hablamos por lo tanto de la industria automovilística, la de aviación, la farmacéutica y la alimentaria como las más amenazadas. 

Importaciones a España desde otros países del mundo. Realizado por: Dessirée Martín.

En la otra dirección, encontramos que las importaciones procedentes de Reino Unido a España es del 1,9% en términos de PIB, 1,4 puntos porcentuales por debajo de las exportaciones. La brutal diferencia entre exportaciones e importaciones de bienes – conocido como saldo comercial – fue, en 2018, de 7.528.539 miles de euros, cifra que supera los 10.000.000 miles de euros si se incluyen los servicios. Es precisamente este último ámbito, el de los servicios, donde se halla otro de los puntos clave en este análisis: el turismo. 

Y es que este gran pilar de nuestra economía tiene acento inglés. El Reino Unido se erige como nuestro primer mercado emisor de turismo. Más de 18 millones de turistas procedentes del país inglés visitan España cada año, lo que representa alrededor del 20% de las entradas de turistas y del gasto total. La importancia de este sector es tal que, en 2018, aunque las entradas de turistas procedentes de dicho país disminuyeran cerca del 2%, su gasto aumentó alrededor del 3%.

Todo lo anterior deja una cosa clara -una de las pocas en este asunto-: Reino Unido es clave en el desarrollo económico español pues, a pesar de que el saldo comercial de España en su conjunto presente déficit, este puede verse saneado por el superávit del comercio bilateral España-Reino Unido.

Pero el comercio no lo es todo. En el contexto financiero, ni la amenaza del Brexit ni la ausencia de un ejecutivo estable en el Gobierno español han impedido que el Reino Unido se consolide como el país europeo que más invierte en España. Según el último informe elaborado por Analistas Financieros Internacionales (AFI) en colaboración con la Cámara de Comercio Británica en España, el Reino Unido ha escalado desde el sexto hasta el primer puesto en inversores europeos en España durante los últimos cuatro años. Este hecho sigue manifestándose en la actualidad, ya que, durante los primeros seis meses de 2019 los británicos han destinado 3.125 millones de euros a España, un 79,49% más que en el mismo periodo de 2018. 

La inversión británica se concentra con un peso destacado en la industria tabacalera y en el sector de las telecomunicaciones. Además, es prácticamente el único inversor extranjero en sectores como la educación secundaria. 

 

Inversión de Reino Unido en España por CCAA (AFI). Realizado por: Dessirée Martín

La relación entre ambos países queda patente también en el sentido inverso. Reino Unido es el principal destino de la inversión española, sobresaliendo las inversiones directas (cerca del 10% del PIB). Así, la ruptura del país británico con la UE hace caer estas cifras con fuerza. Los más expuestos son los bancos, como Santander y Sabadell; junto a Telefónica e Iberdrola. La depreciación de la libra en un 17% desde el referéndum del 23 de junio de 2016 afecta no solo a estas filiales, sino a la repatriación de beneficios.

El sector inmobiliario también se ve amenazado por el Brexit. A pesar de una reciente moderación, los británicos siguen liderando la compra de viviendas en España. En concreto, acapara un 13,31% de las efectuadas por ciudadanos extranjeros en el segundo trimestre de 2019. Este porcentaje, procedente de la Estadística Registral Inmobiliaria del Colegio de Registradores, supone un total de 16.000 viviendas, cifra cercana a los máximos de los últimos años. 

Al igual que en las inversiones, Reino Unido juega un papel esencial en el contexto inmobiliario español. Es fuente de riqueza. Por ello, todo lo que conlleve una separación tiene una repercusión negativa e inmediata, fruto de la globalización actual entre los países de todo el mundo.

¿Estaría Johnson pensando en todas estas consecuencias cuando leyó su discurso para la campaña? ¿Pensó en ellas la población británica que votó a favor? ¿Pensaron en la economía, en sus vecinos y vecinas inmigrantes, en el resto de países? O dicho de otra forma ¿en qué estaban pensando?

Ninguna de estas preguntas tiene respuesta y, si la tuvieran, poco importan ya. Los sobres no se pueden abrir, la casilla marcada ya no se puede cambiar y los efectos de las decisiones, aunque aún ocultos, están encima de la mesa. Depende ahora de la política que, cuando la niebla de las especulaciones se disipe, este complejo castillo de naipes siga en pie.