Oviedo, septiembre de 1992. San Mateo. Michael Jackson realiza en el ya desaparecido estadio Carlos Tartiere un concierto de la gira “Dangerous”. Tenía un plus: para sorpresa de los asistentes, iba a salir Slash al escenario. Era el primer concierto en el que el Rey del Pop y el guitarrista de Gun´s and Roses tocaban juntos, y este hito solo se repetiría otra vez más, en Tokio. Un total de 25.000 personas completaron el aforo de un estadio que acogía las voces de un público salvaje. El periódico local, La Nueva España, le dedicó en ese momento un especial de 16 páginas en el que se recogían todos los intríngulis del viaje. Después, el artista cayó en desgracia, y no hubo un éxito sin igual, pero eso ya es otra historia.
A escasos metros, un pequeño grupo local comenzaba su carrera musical, tocando en el piso de arriba de uno de los chiringuitos más míticos del San Mateo ovetense, el Pinón Folixa. Esa agrupación se llamaba “Stormy Mondays”, y estaba formada por chavales imberbes, que siguiendo la estela de los años dorados de la música, con Bruce Springsteen en la cabeza, habían decidido conformar su propia banda de rock. De hecho, era la segunda vez que tocaban en Oviedo. “Estaba ´petado´ de gente y ese chiringuito, que es de los más famosos, especialmente”, recuerda Juan Carlos Gago, que se encontraba entre el público.
De repente, el local se abarrotó más de lo normal. Creció la aglomeración y el alboroto, y nadie comprendía lo que estaba pasando. Tampoco los Stormy, que se encontraban en el escenario. “Se armó un revuelo y alguien nos dijo ‘viene el guitarrista de Michael Jackson’. Me giré y le ví ahí, con el sombrero y la ropa; ¿cómo que el guitarrista de Michael Jackson? Era Slash”, rememora Jorge Otero, vocalista y guitarrista del grupo. Tocaron a lo largo de quince minutos, aproximadamente. Y las casualidades quisieron que justo la siguiente canción del repertorio fuera Knocking on heaven´s door, de Guns N´ Roses.
Por lo visto, Slash se encontraba paseando por las calles del centro ovetense, que según definió años después a la revista Popular 1, tenía un ambiente carnavalesco. Entonces escuchó sonar la canción de Purple Rain. Y no dudó: le quitó la guitarra a Fernando Marín y finalizó el solo que estaba tocando ese grupo amateur desconocido. “Todo fue una rareza total. Fue una rareza total que Michael Jackson incorporara a Slash en su disco, pero también fue una rareza que decidiera invitarlo a un concierto y fuera al de Oviedo”, cuenta Otero de esa experiencia que parecía escrita en los astros.
No obstante, la actuación no estuvo exenta de imprevistos. A media canción, se quemó un fusible, y Carlos Tejerina, “Chiri”, hizo magia para repararlo en cinco minutos, aproximadamente. Los mismos cinco minutos en los que Juan Arenales, a cargo del bajo y profesor de guitarra de Jorge Otero, improvisaba un blues con Slash. El blues del fusible lo llamaron. “Nos sirvió para avanzar en la música, para tomárnosla más en serio y escribir más canciones. A mí me sirvió para pensar: “si Slash se sube a tocar con nosotros, algo tendremos, ¿no?”, relata con cariño Otero.
Oviedo, 30 de abril de 2020
Mi madre, Nelida Rubio, comienza rememorando la ubicación del lugar, el antiguo Carlos Tartiere, dónde actualmente se encuentra el Centro Comercial del Calatrava. Mi padre, José Vázquez, cuenta que acababa de llegar de trabajar del País Vasco (después de 10 años allí) y que había invitado a mi madre a salir 2 o 3 veces antes del concierto. «Me dijo que tenía entradas para Michael Jackson y yo pues dije ‘vale vamos’», dice mi madre. «Allí fue donde conquisté yo a tu madre», dice mi padre. Hicimos una cola larguísima para entrar y también para salir, había mucha seguridad y nos cacheaban. Solo nos dejaban llevar vasos de papel «yo llevaba una pepsi y tu padre un poco de whisky», se ríe mi madre.
«Recuerdo el estadio lleno, un aforo completo… nosotros estábamos en el campo pero todos los asientos estaban también llenos, el ambiente era genial y todos bailábamos. También recuerdo que el escenario y las luces que había eran increíbles, pero fíjate tú que hoy las comparo con una orquesta de prao como Panorama y juraría que el montaje podría ser el mismo», comenta mi madre. «El baile ese que hace con los pies… eso sí que lo tengo bien grabado en la mente», añade mi madre y mi padre afirma con la cabeza.
Mi padre comenta el precio de las entradas ya que fue él el que las compro, «Me debieron de costar 5.000 pesetas más o menos»; mi madre discrepa y dice que cree que eran más caras. El concierto duró dos horas y, lo mejor de todo, – en eso están de acuerdo – fue el final de la actuación, cuando Michael Jackson salió volando del escenario llevando una especie de cohete a la espalda.”
Carta de Carla Vázquez Rubio