El pacifismo incomprendido del Papa y el caso del Vía Crucis

Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, entre muertos y escombros, el Papa Francisco siempre ha profesado y suplicado por la paz

La paz como medio para poner fin a las tragedias resultantes de toda guerra. Cualquier guerra, pasada o presente, encuentra su sinónimo en las palabras injusticia e iniquidad porque quien la declara nunca la combate.

El pontífice en sus diversos discursos decretó el fin del concepto de “guerra justa”: “¡Las guerras justas no existen: no existen!” y ha repudiado cualquier opción política que justifique un aumento del gasto militar, escondiéndose tras la respetable voluntad de hacer la guerra. Por eso el Papa, junto con el Vaticano, profesan con firmeza un pacifismo radical basado en un sano y absoluto repudio a la guerra, que ve en la paz la única solución, evitando la imprudencia de la escalada.

Vaticano de noche

Buscar el diálogo y no rendirse al mal es uno de los conceptos intrínsecos de Bergoglio, que se viene difundiendo con fuerza desde la invasión rusa, muchas veces discordante con las decisiones tomadas por Bruselas. Son contundentes las declaraciones del Papa Francisco, quien -independientemente del credo de cada uno de nosotros- debe ser reconocido como un punto fijo en el mundo contemporáneo, dotado de poder de influencia a nivel global. Muchos han encontrado que la diplomacia del Vaticano es inadecuada para resolver la beligerancia y ha sido fuertemente criticada dentro y fuera de la Iglesia Católica.

El Papa en la fiesta de Pacua

Al comienzo de la Semana Santa, el Papa había pedido sin éxito una tregua pascual. Sin embargo, después de dos años de severas restricciones a causa de la pandemia, la tradición católica del Vía Crucis se ha retomado y se celebra en la noche de cada Viernes Santo en Roma. Este año el Papa anunció que la cruz de Jesús sería cargada simultáneamente por una mujer ucraniana y una mujer rusa, como signo de paz y misericordia.

Coliseo de noche

Dos mujeres, además de dos grandes amigas que a la vez representan a dos pueblos enfrentados actualmente por una guerra cruel e inhumana. La elección del Vaticano ha suscitado diversas polémicas y fuertes desilusiones, expresadas principalmente por el embajador de Ucrania ante la Santa Sede, Andrii Yurash y por el arzobispo mayor, monseñor Sviatoslav Shevchuk, jefe de la Iglesia greco-católica. Este último dijo: “Considero esta idea inapropiada y ambigua porque no tiene en cuenta el contexto de la agresión militar rusa”. No solo eso: asegura haber transmitido a la Santa Sede “la gran indignación de los ucranianos de todo el mundo”.

Para protestar contra la convivencia, los medios católicos ucranianos no retransmitieron el Vía Crucis. Pero la voluntad del Papa era comunicar que el Señor no divide en buenos y malos, en amigos y enemigos. Y en puro espíritu cristiano, la atención recae sobre la gente común: mujeres, hombres y niños que son las verdaderas víctimas de la atrocidad de la guerra. Las dos mujeres son el símbolo de la humanidad en medio de la guerra, una alegoría de la distancia entre el pueblo y el poder.

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