El paso del coronavirus sobre la enseñanza

La llegada del COVID-19 en marzo de 2020 hizo que profesores y alumnos tuvieran que cambiar su rutina habitual hasta el día de hoy

El 9 de marzo de 2020 la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, decretaba el cierre de todos los centros de enseñanza durante 15 días ante el incremento de casos por COVID-19 en la capital. Tras ello, el 14 de marzo, Pedro Sánchez decretaba el Estado de Alarma ante la crisis sanitaria en todo el país. Así comenzó un cambio radical en la vida de todo el mundo, que lógicamente, también afectó a la enseñanza.

El COVID hizo que tanto profesores como alumnos se tuvieran que sumergir en un mar de dudas ante que lo que restaba de curso, aunque ellos aún no lo sabían. Muchos alumnos se pensaban que “eran unas vacaciones anticipadas”. Pero para otros, la incertidumbre de qué pasaría en esos quince días con futuros exámenes era considerable. Las dudas se trasladaban también a los profesores, que no tenían un consenso general para impartir las clases. Algunos como Mercedes Feito, profesora de matemáticas del I.E.S La Arboleda, se basaban en la comunicación por correo electrónico con el alumnado.

A medida que trascurrían los días de confinamiento, los datos indicaban que la vuelta a la normalidad no sería próxima. Se puso en marcha un plan docente basado en la enseñanza telemática, pero no fue una solución convincente. La desorganización seguía latente en el profesorado, donde sí que hubo intenciones de desarrollar las clases online, pero no existía una unanimidad respecto a qué plataformas utilizar.

Cancha de baloncesto vacía de instituto, con árboles en el fondo con el cielo nublado
Cancha de baloncesto del I.E.S. La Arboleda. CC BY 2.0 Klaudia Zaczek | Flickr

La falta de presencialidad hizo que el sistema educativo se encontrara en una escabechina, y esto hizo mella en los alumnos. Muchos no encontraban la motivación suficiente para encarar lo que restaba de curso ante una situación en la que no se veía la luz al final del túnel. Y al igual que no hubo un consenso a la hora de impartir las clases, sí que lo hubo a la hora de evaluar a los estudiantes.

Se llegó a un acuerdo de que la tercera evaluación no contara para las notas finales. Esta noticia, con el trimestre ya comenzado, hizo que muchos de los docentes variaran su forma de proseguir con el curso. De esta manera, solo se tendría en cuenta los dos trimestres anteriores. Esto provocó que los alumnos se vieran desconcertados ante la pasividad de algunos profesores y la carga excesiva de tareas de otros. Sin embargo, desde el cuerpo docente también se notó el aumento de trabajo en la cuarentena. Carmen Ruiz, profesora de educación física también en el I.E.S La Arboleda, contaba la presión que supuso el organizar a tantos cursos a la vez, y más con lo que suponía su asignatura en particular.

La falta de medios en ciertos estudiantes y profesores también convertía la situación en excepcional. Existía un grupo de alumnos que no disponía del material necesario para poder dar clases en remoto. A esto, se sumaba cierta desidia por parte de algunos alumnos, que, según apuntaba Carmen Ruiz, también podría deberse a la falta de motivación.

En septiembre, con la llegada del nuevo curso escolar, se optó por la semipresencialidad en la mayoría de cursos. Esto dio lugar a que la relación entre profesor y alumno cambiara completamente. Cosas tan habituales como el salir a la pizarra o ir a la mesa del profesor ya no eran posibles.

La pandemia ha dejado al descubierto varias de las carencias del sistema educativo. Los profesores han tenido que adaptarse a un modelo diferente para el que no estaban formados, según el testimonio de los alumnos, que exigen una mejora de las aptitudes respecto a las nuevas tecnologías.

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