
El entrenador alemán ha conseguido renacer a un Barça que a principio de temporada estaba en plena depresión
Sevilla ha dejado de ser, para el barcelonismo, ese lugar donde se esfumó una Copa de Europa que parecía ganada en 1986 ante el Steaua de Bucarest. Ahora, pasará a la historia como el escenario de una de las victorias más emocionantes de la historia del club. Derrotar al Real Madrid en una final siempre tiene un valor especial. Pero hacerlo con dos goles en los últimos minutos —uno para empatar y otro para sellar la victoria en la prórroga— tiene un impacto emocional aún mayor, pues es, en cierto modo, devolverle al Madrid lo que tantas veces ha hecho él.

El Barça ha levantado ya dos trofeos esta temporada, la Supercopa y la Copa del Rey. Además, está bien posicionado en la Liga y ha alcanzado las semifinales de la Champions. Ha demostrado entrega, compromiso y una fe inquebrantable en su proyecto. Aunque no se logre el pleno de títulos, una cosa está clara: la afición culé ha recuperado su confianza y la ilusión, algo que parecía perdido hasta hace escasos meses. Todo esto sucede justo en el marco del 125 aniversario del club, cuya conmemoración arrancó en noviembre con una reseñable gala en el Liceu de Barcelona. Jugadores, directivos y leyendas del Barça disfrutaron del momento álgido de la conmemoración en un marco distendido y presidido por Joan Laporta.
En el pasado, Laporta confió en Guardiola en su primera etapa presidencial. En esta nueva etapa, su objetivo fue encontrar un técnico de la emergente escuela de fútbol alemana. Estaba convencido de que el fútbol actual exige una combinación entre el estilo clásico del Barça —control y calidad— y la intensidad física propia de los equipos germanos. Entre los nombres que valoró estaban Jürgen Klopp, Julian Nagelsmann, Thomas Tuchel, Joachim Löw y Hansi Flick.
Laporta consultó con varios expertos y uno de los que más lo convenció fue Ralf Rangnick, hoy seleccionador de Austria. Él le habló muy bien de Flick, destacando su liderazgo y la capacidad para generar un entorno positivo en sus equipos. Rangnick, aunque menos mediático que otros colegas, fue pionero en tácticas como la defensa adelantada, pero eso es otra historia. Laporta quedó satisfecho con sus argumentos y optó por Flick, aunque en aquel momento dirigía al Bayern Múnich.

Hace un año, con el equipo de Xavi sumido en la inestabilidad, el nombre de Flick volvió a sonar con fuerza. El alemán estaba libre, pero el entorno temía que quisiera una revolución en la plantilla, algo inviable para un club con limitaciones económicas. Por eso se optó por el diálogo directo: Deco y Bojan Krkić, como enviados del presidente, viajaron a Londres para conocer mejor a Flick.
Desde entonces, Flick ha mostrado una actitud receptiva, aceptando recomendaciones de Deco o del equipo de preparación física liderado por Julio Tous, cómo ajustar los descansos de los jugadores según su rendimiento. Gracias a este enfoque, los futbolistas del Barça han superado físicamente a muchos de sus rivales, algo inusual en el estilo tradicional del club. Incluso cuando el ‘pichichi’ Robert Lewandowski, el equipo supo sobreponerse sin resentirse.
El Barça de Flick ha conseguido atravesar pantallas a una velocidad tan estimulante como inesperada. Tras el “shit november”, el equipo se ha situado como uno de los firmes candidatos a conseguir el santo grial, la tan deseada Copa de Campeones. Este último mes de competición se prevé emocionante con un equipo joven y descarado en el 125 aniversario de una institución que regresa a la aristocracia del continente.