Wikipedia, uno de los máximos logros de la cultura libre, basada en la colaboración desinteresada y el acceso universal al conocimiento, ha logrado aumentar un 50% el tráfico en su página web. No obstante, los wikipedistas no tienen nada que celebrar, puesto que detrás de esta cifra no se encuentran internautas que acceden a la Wikipedia, sino más bien los bots de las Inteligencias Artificiales (IA). Estos últimos recurren a la enciclopedia en línea para dar respuesta a las preguntas de sus usuarios y entrenar a sus algoritmos.
Por todo ello, Wikipedia se ha visto obligada a reorganizar sus datos y ofrecerlos de manera externa para evitar el colapso de su infraestructura. No ha sido una elección ideológica, sino una medida pragmática ante el ataque masivo de bots de IA que escrapean sus contenidos para entrenar modelos artificiales, saturando servidores diseñados para servir a personas, no a máquinas.
La reciente decisión de Wikipedia de entregar su gran cantidad de conocimiento a las inteligencias artificiales, no como una concesión, sino como un acto de supervivencia, que nos plantea una pregunta urgente: ¿puede la cultura libre resistir el ataque de una tecnología que, irónicamente, se alimenta de ella hasta desbordarla?
Es evidente que esta situación revela una paradoja amarga: los principios fundacionales de la Wikipedia, basados en el libre conocimiento, están permitiendo que los algoritmos de las inteligencias artificiales se aprovechen de la enciclopedia en línea. Sin embargo, la cultura libre no tiene como enemigo a la IA en sí. La Wikipedia sigue defendiendo el derecho de cualquiera a usar su contenido. El problema es la falta de reciprocidad. Las máquinas que absorben su conocimiento no contribuyen ni con mejoras, ni con correcciones, ni con apoyo financiero. Solo extraen. Parecen parásitos.
Nos encontramos ante una relación tóxica en la que la Wikipedia ofrece más de lo que recibe. ¿De qué sirve la libertad de compartir si acaba siendo un asalto? El problema no es que la información sea libre —lo seguirá siendo—, sino que la tecnología, en su forma actual, carece de la ética comunitaria que sostuvo proyectos como Wikipedia. Mientras los humanos que participan en Wikipedia lo hacen desde valores de colaboración y responsabilidad, las inteligencias artificiales, impulsadas por intereses comerciales o técnicos, solo ven en la cultura libre un campo abierto para cosechar.
El traslado de los datos a plataformas como Kaggle no deja de ser un parche. Protege momentáneamente la integridad de Wikipedia, pero plantea un futuro incierto. Ante toda esta situación sólo nos surgen preguntas. ¿Podrán los proyectos libres sobrevivir si no hay un ecosistema tecnológico que también respete sus fundamentos? ¿O acabaremos viendo a los grandes repositorios de conocimiento transformados en meros conglomerados de información para inteligencias artificiales?
La cultura libre nació para empoderar a las personas, no a los algoritmos. Defiende que el saber humano es un bien común, no un recurso a explotar. Preservarla hoy exige nuevas estrategias, sí, pero sobre todo recuperar un principio básico: la colaboración debe ser un camino de ida y vuelta, no un saqueo silencioso.
La Wikipedia ha dado una respuesta digna dentro de sus posibilidades, pero el reto que enfrenta es global y profundo: si queremos que el conocimiento siga siendo verdaderamente libre, debemos replantear cómo convivimos con la inteligencia artificial en esta nueva era.