Madrid marcará el futuro

Apenas resta una semana para que el próximo 4 de mayo se celebren unas elecciones que serán decisivas para el futuro de España. El tono bronco y la polarización excesiva que han marcado la campaña prueba que todos los candidatos son conscientes de una realidad: lo que ocurra en Madrid no se quedará en Madrid.h

A estas alturas a nadie se le escapa que las elecciones autonómicas se presentan en clave nacional. Junto a ello, existe un segundo factor que ha contribuido a la retórica de confrontación de la que hemos sido testigos a lo largo de esta última semana. Y es que todos los candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid saben que tienen mucho que perder. 

Hasta la fecha, la media de las encuestas otorga una victoria amplia a la candidatura de Isabel Díaz Ayuso, que estaría cerca de duplicar sus escaños, revalidando la presidencia con el apoyo probable de Vox. Sólo el CIS —cuyos procedimientos han sido puestos en duda una vez más por expertos en demoscopia— concede una victoria ajustada al bloque de izquierdas. 

Pero aún siendo improbable, la derrota de Díaz Ayuso supondría un duro revés para el Partido Popular y, quizá, el fin de la fulgurante carrera política de su candidata estrella. Para el bloque de centro-derecha, Madrid tiene una gran importancia simbólica como bastión de resistencia frente al gobierno central, y no puede permitirse una derrota después de veintiséis años al frente de la Comunidad.

Por esta misma razón las elecciones son trascendentales para el PSOE, a quién los últimos sondeos sitúan en una posición comprometida: la irrupción de Más Madrid y su candidata Mónica García amenazan con dar un ‘sorpasso’ al partido de Gabilondo, cuya lista fue la más votada en los anteriores comicios autonómicos. Respecto a Ciudadanos, los pronósticos apuntan a la probabilidad de que no alcance la barrera porcentual mínima  a pesar de la campaña intensa y propositiva de Edmundo Bal. Quedar fuera de la Asamblea de Madrid aceleraría la agonía del partido de Arrimadas a nivel nacional. 

La debacle de Ciudadanos tiene mucho que ver con la pujanza de Díaz Ayuso, que ha obligado también a Vox a proponer una campaña controvertida y saturada de polémicas para persuadir a los suyos. Los de Monasterio creen haber alejado el espectro de la desaparición, pero temen que el auge del Partido Popular en Madrid pueda hacerse extensivo al escenario nacional, frenando sus aspiraciones de liderar la oposición al gobierno de Sánchez.

Pero si hay alguien que tiene mucho que perder, ese es Pablo Iglesias. El candidato de Unidas Podemos abandonó la presidencia del Gobierno para capitanear un golpe de efecto que hasta el momento no ha dado los resultados esperados, y la posibilidad de la marginalidad electoral descubre el fantasma del fin de su carrera política. Con un perfil desgastado e incapaz de generar confianza, Iglesias ha protagonizado una campaña errática y agresiva buscando movilizar a su electorado más radical. Tanto es así que después de su intervención descafeinada en un debate electoral al que había fiado todas sus cartas, se ha sabido que firmó un acuerdo con Iván Redondo para buscar un punto de inflexión y ‘reventar’ la campaña electoral.

Sabemos que aún queda partido por jugar y que el resultado podría decidirse en el tiempo de descuento. No sería la primera vez. Pero si no se producen grandes cambios, la tendencia parece clara: una victoria holgada de Ayuso sobre el PSOE, la desaparición de Ciudadanos y la marginalidad de Unidas Podemos podrían abrir un escenario nuevo al futuro inmediato de España.

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