El acceso a la producción intelectual: Cultura libre

El acceso a la producción intelectual es imprescindible para seguir progresando como sociedad en todos los ámbitos y para tener la libertad de contar con todos los recursos a nuestra disposición.

La libertad es un concepto muy presente en el momento actual, pero es un término polivalente, polifacético. Con el paso del tiempo, ha ido adquiriendo nuevos valores y uniéndose a otras palabras y significados que amplían los límites de su alcance derribando barreras mentales y físicas. Una de esas palabras que se ha dado la mano con la libertad es “cultura”.

La cultura, ese arte de cultivar el espíritu, necesita de la libertad. Libertad para crear, libertad para difundir lo creado y libertad para su uso. De estas tres patas nace el conocimiento. Claro que el desarrollo de la civilización y el acceso a la educación hacen que las élites quieran seguir manteniendo la hegemonía cultural.

Hay que fechar el nacimiento de los derechos de autor en el 1710 en la Inglaterra liberal de la reina Ana. Choca cuanto menos que una sociedad liberal restrinja el acceso al conocimiento. Esto, sin embargo, tiene su explicación, en tanto en cuanto el liberalismo tiene como prioridad la propiedad privada, y por ende la intelectual también.

Esta regulación de la propiedad intelectual hace que surja una corriente nueva: el dominio público. El domino público es toda aquella obra realizada que se puede utilizar y difundir sin restricciones, como se había hecho hasta el siglo XVIII. Existen dos vías para acceder a este tipo de conocimiento libre: que el autor muestre la voluntad de que la obra adquiera esta licencia o que transcurran un siglo desde la muerte del autor.

La teoría está muy bien, pero hay obras que pertenecen a ciertas instituciones que no permiten acceder a este conocimiento libre al que tenemos derecho. Cabría quejarse de alguna obra en propiedad privada, pero es una flagrante arbitrariedad que instituciones públicas como museos o bibliotecas restrinjan el acceso a piezas que son de dominio público.

Un ejemplo como muestra: el Museo del Prado. Aquel que necesite una imagen de un cuadro de Velázquez tendría derecho a ir a la galería madrileña, hacer una foto al cuadro y utilizarla sin ningún problema. Ahora bien, el museo ha prohibido sacar fotos de los cuadros que, por fecha de realización, son de dominio público. El museo hace la imagen con un fotógrafo y, por tanto, esa fotografía presenta restricciones en su uso al tener derechos de autor.

Este hecho es inadmisible por parte de una institución pública que figura como la gran insignia cultural de España, pero no es la única. El Museo Reina Sofía hace exactamente lo mismo, y la Biblioteca Nacional otro tanto. Todo esto demuestra la falta de progreso de la cultura libre en nuestro país.

En todos los campos del conocimiento es imprescindible contar con lo que existe previamente. No hay innovación sin tradición, ni futuro sin pasado. Por ello, el acceso a la producción intelectual es imprescindible para seguir progresando. Es esencial para profundizar en la difusión del conocimiento, que es directamente proporcional a la capacidad de ejercer plenamente la libertad.

Hasta la aparición de las licencias Creative Commons, ese acceso a la innovación, a la creación, estaba restringido por el muro infranqueable de los derechos de autor. Este límite inmaterial separa el conocimiento de la sociedad, y por tanto, la privan de una parcela de libertad. Las CC han llegado para abrir las puertas de esas parcelas cercadas, mostrar toda su riqueza y animar a todo el mundo a hacer un uso adecuado de los tesoros que esconden y, por supuesto, compartirlo.

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