Estudian, echan currículums, van al gimnasio, hacen la compra… Más de medio millón de jóvenes están buscando actualmente empleo sin éxito en España.
Luce soleada una tarde de primavera, típica de mediados del mes de mayo. Las terrazas de los bares llenas, los niños juegan, los padres les vigilan. Parece normal ya una vida que se volvió atípica aquel marzo de 2020. Huele a verano, pensarán los más afortunados, que son muchos de los estudiantes que terminarán las clases en aproximadamente un mes. Algunos, algo más mayores que el alumnado de la ESO, incluso plantean ya unas futuras vacaciones con amigos. No será esa la suerte de muchos otros jóvenes que no pueden permitirse estos lujos. Porque según los datos aportados por el Ministerio de Trabajo y Economía Social, España se sitúa como líder del desempleo juvenil en Europa: un 39,9%.
María Agustina estudió Relaciones Internacionales y actualmente está dentro de este 40%. “Me gustaría trabajar porque quiero seguir especializándome en lo mío. Necesito un par de años para poder seguir con mis estudios superiores”. Ya no hay esa tradición de sacar el papel para dar el currículum en tienda pensarán algunos, pero Alberto Fernández, por lo menos lo ha hecho más de una vez. Hace una semana, y tras un año intentándolo, encontró trabajo de lo que había estudiado: mecánica. Se desplaza ahora cada día hasta un taller cercano a un centro comercial en Leganés, para trabajar con un contrato de algo más de media jornada.
Como a muchos otros, a él también le afectó la pandemia en cuanto al entorno laboral. Se avecinaba el final del grado superior de automoción, e incluso había estado de prácticas en un concesionario: “llegó el confinamiento y se acabaron mis prácticas” aclara. “Nos dieron la opción de hacer un trabajo extra y obtener el título o esperar hasta el siguiente curso para hacer las prácticas, pero yo no podía esperar más”. Sí pudo esperar María Pastor, que estaba en el grado superior de Documentación y Administración Sanitaria, y hasta octubre no inició sus prácticas. Ella tenía, al menos, un pequeño colchón: “trabajo desde hace dos años en una bolera, y así me saco algo de dinero”, dice.
Emanciparse, cada vez más difícil y más tarde.
Todos suponen que la tasa de paro juvenil es alta, aunque se sorprenden cuando conocen la cifra exacta. “Vamos muy bien”, dice María Pastor irónicamente. Sin embargo, María Mencías, estudiante de Periodismo, también tiene otra visión sobre este dato. “Lo afronto con más motivación, porque se dice que, a más formación, más y mejor trabajo vas a tener”. Está en lo cierto según datos del Ministerio de Trabajo, que afirman que los jóvenes con estudios más bajos suponen cerca de la mitad de los parados jóvenes, además de ser a posteriori, los que más tiempo les cuesta volver a encontrar empleo. Esto es un lastre que perjudica y mucho a que los jóvenes formen su propia vida.
Los cuatro coinciden en que de aquí a diez años estarán independizados, aunque con ciertas dudas, sobre todo también si esa emancipación será realmente solos o en un piso compartido. “No sé si podré irme solo a vivir, es que solo con el alquiler ya es prácticamente lo que te da el sueldo”, declara Alberto. La frustración y la incertidumbre ha causado que cada año la edad a las que los jóvenes se independizan aumente. Ahora mismo, en España la media se sitúa en los 29,5 años según el Consejo de la Juventud en España (CJE), siendo también de los peores en este ranking. “Mi padre se independizó con 24 y mi madre con 28. Yo no sé si en diez años, con 31, lo estaré”, dice resignada María Pastor. Coincide María Agustina, que hace énfasis en la falta de oportunidades actual respecto a la de sus padres: “con mi edad, mis padres ya estaban trabajando”.
Lo cierto es que esta edad de emancipación se ha ido retrasando cada vez más en los últimos años. El empleo volátil y temporal, sumado a un aumento de edad de educación obligatoria y una tendencia a una mayor formación, hace que los jóvenes permanezcan cada vez más tiempo en casa de sus padres, cuentan los sociólogos. Otros factores que juegan en contra de unas mayores oportunidades para los jóvenes son los precios del alquiler. Según un informe de Fotocasa, el precio ha subido un 50% en cinco años, pero esa subida no ha venido acompañada de un aumento en los salarios. De hecho, miran al suelo pensativos Alberto y María Pastor, cuando piensan en sus futuros sueldos: “entre unos 1.400-1.500, o eso espero” dice María. También ambos repiten esa muletilla de “eso espero”.
La incertidumbre, la protagonista en el mercado laboral juvenil.
Para Juan José Dolado, economista doctorado en la Universidad de Oxford, y experto en economía laboral, cree que sin una nueva regulación en el mercado laboral será imposible cambiar esta condición de paro juvenil. “Patronal y Sindicatos han conformado un Estado del Bienestar que se basa en fastidiar a los hijos y beneficiar a los padres. Los contratos indefinidos llegan demasiado tarde, y esto les quita oportunidades a los jóvenes”.
Oportunidades, que es justo lo que reclaman unos jóvenes a día de hoy mucho más formados que sus padres, pero que no disponen de las mismas opciones laborales que sus progenitores. “Es muy difícil quedarte en una empresa y que te ayuden con tu formación”, explica resignado Alberto. Pero Dolado cree que esto en un futuro cambiará: “si las empresas no forman a sus trabajadores, con los avances tecnológicos, se quedarán atrasadas”.
De todas formas, el problema principal del paro juvenil no procede, como ya es sabido, por una baja formación de la juventud. Más bien, España tiene como problema de fondo la propia tasa de paro, actualmente en un 16%. Y es que, en la mayoría de las economías europeas, el paro juvenil suele doblar o incluso triplicar a la tasa de paro. Pero al tener números muy elevados de desempleados, también lo son los de los jóvenes, explica Dolado.
La inacabable fuga de cerebros.
Algo en lo que todos los entrevistados coinciden es en las ganas de trabajar. Y es que los cuatro ven el trabajar fuera de España como una opción más que cercana si aquí no se les dan oportunidades. Lo afrontan sin problemas, con normalidad, como si supieran que puede que su futuro puede que no esté aquí. Sin embargo, Alberto matiza: “tampoco me puedo ir de aquí porque sí. No puedo salir a ciegas. Sin nada hecho, no me lo puedo permitir”. Emigrar no está al alcance de todos.
La falta de oportunidades en España hace que prácticamente les expulse y les obligue a mirar al exterior. De hecho, varios de ellos concuerdan en que esto es el gran problema a la hora de que cualquier joven busque un empleo. “Siempre te piden experiencia, sea el trabajo que sea. Pero si no me dejan trabajar ¿cómo voy a ganar esa experiencia?”, se pregunta María Pastor.
“Lo que nos falla son las leyes” reflexiona Dolado, que cree que parte de estas reticencias al contrato de jóvenes viene dada por las facilidades que suponen los contratos temporales. Hasta entonces, España continúa con más de 585.000 jóvenes sin empleo, con todo lo que ello conlleva. Mientras, muchos de ellos intentan pasar el mal trago como pueden, bien sea haciendo ejercicio, pasando tiempo con sus amigos o incluso haciendo tareas de casa. Todo lo posible para también quitarse de la cabeza el momento en el que están. “Me noto estancada”, define María Pastor. “Me acuesto todas las noches pensando ya en dónde voy a echar el CV al día siguiente”, continúa. Es la angustia reflejada en una generación de jóvenes que siempre se la mira como la más preparada, y, sin embargo, es la que menos oportunidades de empleo tiene.