Los deportistas paralímpicos: Un gran esfuerzo con poca visibilidad

Son muchos los que se apoyan en el deporte para superar las dificultades que plantea la vida. Entre ellos están los deportistas paralímpicos, quienes a pesar de sus esfuerzos, no tienen tanta visibilidad.

Quedan menos de cuatro meses para que la antorcha de los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 ilumine el país nipón. Aunque la fecha sea desconcertante, así se decidió desde el Comité Olímpico Internacional (COI), tal como comunicó Yoshiro Mori, estando detrás posibles razones de marketing y merchandising.

Los primeros Juegos Paralímpicos tuvieron lugar en 1960 en Roma. Y aunque España no participó hasta la edición de Tel Aviv 68′, no fue hasta Barcelona 92’ cuando se dio el auge de estos deportes adaptados, siendo estos Juegos los que más metales han dado al equipo español hasta la fecha. Sin embargo, su origen se remonta a las acciones de un doctor llamado Sir Ludwig Guttmann, quien creó una competición de tiro con arco para excombatientes de la II Guerra Mundial. Esto fue el inicio para allanar el camino de la reinserción social de personas discapacitadas. Desde entonces, esta competición no ha hecho más que crecer. Fueron 400 los deportistas en silla de ruedas en esta primera edición, para posteriormente ampliarse a más de 4.400 en los Paralímpicos de este año.

Detrás de estos deportes se esconden miles de historias de superación. Javier Reja (Sevilla, 1974) era un hombre deportista, aunque no profesional, pero en 2006 un accidente de tráfico le dejó sin su pierna derecha. No fue hasta 2009 cuando, con la propuesta de su traumatólogo, se inició en el mundo de la natación para no sobrecargar su pierna. Tras competir en varios campeonatos, y dedicarse después a otros deportes adaptados como ciclismo o triatlón, vio la piragua como su especialidad: “fue donde mejor me encontré. Me vino como anillo al dedo ya que se me daba de lujo lo que era la canoa, y ahí fue donde me centré un poco más”.

Hombre con camiseta roja dando una clase con una bicicleta adaptada
Javier Reja CC BY-NC 2.0 Crmf-Imserso San Fernando | Flickr

“El deporte fue un salvavidas al que yo me agarré”

El deporte le sirvió a Reja, como a muchas otras personas, para salir de su calvario. El accidente le dejó grandes secuelas anímicas, y el deporte fue la vía de escape a sus problemas: “cuando tienes un accidente traumático no sabes por dónde te vienen las tortas. El deporte fue un salvavidas al que yo me agarré”.

José Manuel Ruiz (Guadix, Granada, 1978), es jugador profesional de tenis de mesa adaptado y medallista de plata en los Paralímpicos de Sídney 2000. Estará por séptima vez en unos Juegos, igualando así el registro de Francisco Ángel Soriano, siendo el deportista masculino español con más participaciones. A diferencia de Javier Reja, Ruiz nació sin una parte del brazo derecho a causa de una agenesia congénita del antebrazo y de la mano. Aun así, esto no le ha supuesto ningún impedimento a la hora de conseguir grandes logros en el mundo del deporte.

Desde pequeño, José Manuel siempre practicó muchos deportes: “quizá por tradición familiar. Mi padre fue maestro de educación física, y mis tíos monitores de judo y natación. Estaba más horas en el polideportivo que en casa”. Barcelona 92’ supuso un gran impulso para estos deportes adaptados. Esto le dio mayores oportunidades a José Manuel, como la que le brindó el seleccionador español Manolo Casas, en Atlanta 96’.

Jugador de mesa adaptado con camiseta roja jde España jugando en una mesa azul
José Manel Ruíz CC BY 2.0  Gaël Marziou | Flickr

A pesar de que estas disciplinas suponen también un gran esfuerzo para los deportistas paralímpicos, la repercusión y la visibilidad no va acorde con el trabajo realizado. Tanto Javier Reja como José Manuel Ruiz, coinciden en que el fútbol copa la mayoría de informaciones deportivas. “Si las noticias de deportes duran 10 minutos, el 90% son fútbol y el resto son noticias flash de diferentes deportes”, aclara Ruiz. “Todavía estamos un poquito descolgados en igualdad con ellos”, apunta Reja.

Esta menor visibilidad trae como consecuencias que los ingresos de los deportistas paralímpicos sean menores que los de otras modalidades. Mientras que un deportista paralímpico gana alrededor de 30.000 euros por la medalla de oro en unos Juegos, un Olímpico supera los 90.000.

“Apostarlo todo a la parte deportiva es complicado. Tampoco es una cantidad que te permita tener un colchón por si un año se te da mal”.

Los ingresos inferiores hacen que estos deportistas con alguna discapacidad se vean en la obligación de buscar otras alternativas. Algunos como José Manuel, no pueden dedicarle todo su tiempo al deporte que practican, como sí pueden hacerlo muchos otros deportistas. A la vez que entrena para Tenis de Mesa adaptado, es también profesor de educación física: “apostarlo todo a la parte deportiva es complicado. Tampoco es una cantidad que te permita tener un colchón por si un año se te da mal”.

La pandemia ha causado estragos también en el mundo del deporte paralímpico. Sin embargo, según el Consejo Superior de Deportes (CSD), los presupuestos oficiales del Estado han ascendido hasta los 4,7 millones, lo que supone un aumento del 441% en el Comité Olímpico Español (COE). Para el Comité Paralímpico Español (CPE), su presupuesto se sitúa en los 1,9 millones, aumentando un 375%,  lejos del presupuesto del Comité Olímpico.

A pesar de la dificultad que entrañaba la pandemia, tanto Reja como Ruiz se muestran satisfechos en la prestación de ayudas concedidas por parte del Comité Paralímpico Español. “En apenas diez días desde que se decretó el Estado de Alarma, se nos facilitó bicicletas estáticas, a otros máquinas de remo…a cada uno lo que fuese necesario”, declara Ruiz. También destaca que fue muy complicado entrenar el aspecto técnico y que la mayoría de los esfuerzos se centraron en poder mantener el estado físico.

El deporte aporta unos valores de superación claves a la hora de afrontar la realidad de lo que supone padecer una discapacidad. El ser diferente puede suponer un problema social, desde el la aceptación por los demás hasta en las limitaciones que estas personas pueden vivir en su día a día. El mero hecho de subir unas escaleras y no disponer de una rampa, es para ellos, una dificultad que no se valora lo suficiente.


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